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Panadería y repostería Framancha, el valor y sabor de la tradición más popular - Sabor a Málaga

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Panadería y repostería Framancha, el valor y sabor de la tradición más popular

Panadería y repostería Framancha, el valor y sabor de la tradición más popular

 

Framancha es una pequeña empresa familiar ubicada en el municipio de Monda, en la comarca de Sierra de la Nieves, que desde hace seis décadas está dedicada a la elaboración artesanal de pan y dulces tradicionales de temporada y navideños. Las creaciones surgidas del obrador de la familia Mancha se atienen a las recetas más populares del lugar, conservando el auténtico y extraordinario sabor, hecho que les ha permitido conquistar el corazón y el paladar de sus vecinos y pueblos cercanos. Unos sabrosos pasteles, tartas y confitería navideña, entre los que destacan los roscos de vino Moscatel o “Roscos Mancha”, borrachuelos y mantecados, convirtiéndose en sus productos estrella.

Los orígenes de esta panadería y confitería datan de 1962 cuando Juan Mancha y Francisco Mancha -padre e hijo, respectivamente- deciden comprar “una antigua panadería que había en el pueblo y que ya funcionaba en tiempos de la guerra civil”, nos narra Francisco Javier Urbano, nieto y sobrino de los fundadores y tercera generación de panaderos. “Los Mancha” habían estado siempre vinculados al sector agrícola y por aquellos años, Francisco incluso trabajó en la construcción. Sin embargo, el deseo por montar un negocio propio impulsó a padre e hijo a emprender. Juntaron un poco de dinero y compraron una modesta panadería, situada en la calle Fuente, que aún mantenía un antiguo horno de ladrillo refractario. 

El horno de pan

Francisco Javier nos cuenta que al principio solo se dedicaban a hacer pan, trabajaban durante toda la noche y terminaban la faena al amanecer, dejando el horno aún caldeado. Esta circunstancia, y como era costumbre en aquellos tiempos, era aprovechada por las mujeres del pueblo, quienes pedían a “Los Mancha” el poder cocer sus dulces con el calor residual del horno, así que cada mañana, sobre todo en “ocasiones especiales y fiestas de guardar” las mujeres esperaban en la puerta de la panadería con su lebrillo y su masa para que Juan les dejase hacer sus roscos y polvorones, sin que Juan les cobrase nunca nada por ello. “El único pago que recibían mi abuelo y mi tío era unos poquitos de dulces en compensación por su generosidad”, descubriendo así los sabores y la buena mano con la repostería de aquellas mujeres.

La fábrica de dulces

Fue aquel trasiego y quehacer lo que despertó la idea de montar una fábrica de dulces típicos y en los años 70, quedándose el despacho y obrador pequeños para tal cometido, “Los Mancha” compran la casa de enfrente, “que era un bar” y allí acondicionan la planta baja -unos 230 m2 - para acoplar la fábrica de dulces de Navidad. Cada temporada, que daba comienzo en el mes de septiembre y terminaba en diciembre, se hacían miles de roscos de vino al día y trabajaban unas 15 o 20 muchachas, “entre las que se encontraba mi tía Antonia – matiza Francisco Javier-, que se organizaban en dos y tres turnos, porque prácticamente todo se hacía a mano, hasta ponerles el papelillo y liarlos”, añade.

Francisco Javier recuerda, con una mezcla de añoranza y orgullo, haber pasado toda su niñez y juventud entre aquel ajetreo y alude que, en una ocasión, cuando tenía unos 7 u 8 años, las mujeres que estaban atareadas en los dulces le pidieron que les ayudara a bañar de miel los borrachuelos, “así que fui sacando con un cucharón la miel de un bidón y no sé qué hice ni cómo pasó, pero terminé cayéndome dentro. Imagínate cómo salí, totalmente embadurnado y pringoso”, ríe a carcajadas.

También le viene a la memoria otra anécdota más desgarradora, cuando su hermano Manuel, que contaba con unos tres añitos, se le cayó el chupete dentro de la amasadora y le cogió la mano, “claro que por aquel entonces las máquinas no tenían los sistemas de seguridad que existen ahora, y aunque todos pasamos unos momentos muy difíciles, afortunadamente pudieron coserle la mano y quedó bien”.

Modernización

Ya a comienzos de los 80 se acometió una reforma en las instalaciones de la panadería y confitería de Juan Mancha, a la que le siguió una segunda mejora entre 1984 y 1985, una modernización con la inclusión de maquinaria más especializada que tuvo que llevarse a cabo en dos tramos, “tal y como la economía lo permitía”, nos aclara Francisco Javier. Sería más o menos por aquella época, el 85, cuando tras volver del servicio militar comienzo formalmente a trabajar en el negocio familiar”. 

Años más tarde, en 1994, cuando el fundador Francisco Mancha considera que es el momento de jubilarse, y “como no se había casado ni tenía descendencia”, propone a sus sobrinos -los tres hijos de su hermana Isabel- que se hagan cargo del negocio. “Pero finalmente somos mi hermano Manuel y yo, él como repostero y yo como panadero, quienes tomamos las riendas del negocio familiar, realizamos una nueva remodelación en la que nos vimos obligados a cambiar el original horno refractario -que se encontraba ya muy deteriorado- registramos el nombre de Framancha en honor a mi tío e inauguramos las nuevas instalaciones en mayo de 1995”.

Roscos Mancha

Desde entonces, la familia Framancha ha sabido ganarse el cariño y la confianza de sus gentes y convecinos, elaborando un gran surtido de productos navideños y de temporada, manteniendo las recetas originales de la zona y brindando así unos dulces de sabor inigualable y extraordinaria calidad, gracias al uso de ingredientes naturales y una materia prima fundamentalmente adquirida a agricultores y productores de la provincia. Ejemplo de ello son sus famosos roscos de vino Moscatel o “Roscos Mancha”, los roscos de almendra, los roscos de anís, polvorones, mantecados y hojaldrinas de naranja y limón, entre otros. Una gama de productos que se ha ido diversificando con el tiempo y donde actualmente encontramos los tradicionales roscos de vino cubiertos de chocolate.

“Nuestros roscos han salido hasta en la tele”, nos revela Francisco Javier emocionado. En aquellos maravillosos años 80, cuando se emitía por televisión la serie ‘Verano Azul’ que fue rodada en Nerja y “todos los chiquillos seguíamos con atención e impaciencia, recuerdo que estábamos viendo uno de los capítulos y en una de las escenas, en la que aparecía la lechería de los tíos de Pancho, vimos una caja con nuestros roscos. Mis hermanos y primos chillamos de alegría y de ilusión al ver nuestro dulce más representativo en la televisión. Ese episodio lo tenemos hoy día grabado como un bonito recuerdo, siendo prueba de nuestra labor familiar”.

La esencia de hace 40 años

Actualmente, durante la campaña navideña, en el obrador de Framancha trabajan unas siete personas y se elaboran diariamente 1.200 kg de roscos de vino, unos 500 kg de borrachuelos y entre 200 y 300 kg de hojaldrinas -uno de los productos más laboriosos y delicados-, “apostando siempre por la calidad y el sabor, en detrimento del beneficio”. Francisco Javier asegura que no han cambiado la fórmula ni las recetas originarias, por lo que sus dulces mantienen la esencia de hace cuarenta años. Un valor absolutamente significativo que ha permitido que los dulces de Framancha se hayan consolidado en el mercado, manteniendo una clientela fiel entre los pequeños comercios y cadenas de supermercados de Málaga, Córdoba, Cádiz y Granada, entre otras, que son principalmente cubiertas por distribuidores y mayoristas.

Los hermanos de Framancha combinan esta actividad, centrada en las fiestas de Navidad, con la elaboración y despacho de pan -estando al cargo de este únicamente Francisco Javier-, además de regentar un pequeño supermercado. Dicho establecimiento, con Manuel al frente y quien está prioritariamente centrado en la sección de repostería y pastelería, cuenta con “un equipo humano de cinco personas muy implicado” y entre sus estanterías los productos de la tierra, de “Sabor a Málaga” y de kilómetro cero ocupan un espacio muy significativo. 

Servicio a domicilio

Durante un inestable e insólito 2020, debido a la pandemia del coronavirus, Francisco Javier nos cuenta que tuvieron que cambiar su forma de trabajar, el servicio a domicilio se implantó por completo de la noche a la mañana, y los proyectos de mejora de sus instalaciones se vieron relegados a un plano muy secundario. Por ello, cuando le preguntamos por los objetivos a corto y medio plazo, afirma que lo principal es atender a las necesidades más perentorias de su clientela, adaptarse a una nueva demanda y observar las tendencias del mercado para procurar mantener el negocio. “Algunos de nuestros clientes, sobre todo del sector de la hostelería, a quienes le suministrábamos el pan, no han resistido esta terrible crisis y esto realmente nos preocupa, porque es importante ser conscientes de que entre todos debemos hacer lo posible por generar trabajo y mantener a flote la economía de nuestros pueblos”.

Volcados en esta idea de cercanía y de ímpetu por generar empleo, recursos y dinamizar las zonas más rurales, Framancha cuenta con perfiles en las redes sociales con objeto de ser más accesibles y cercanos a sus vecinos, clientes de distintos sectores y empresas mayoristas y distribuidoras. Aunque actualmente no tienen implantada una tienda online, no descartan esta idea si las circunstancias se lo requieren.

Iniciativas de apoyo al sector

La familia Framancha ha estado siempre en constante readaptación e innovación, y para ello han procurado estar presentes en las distintas actividades y ferias organizadas por las comarcas de la provincia. “Hace años, ya participábamos en La Feria de los Pueblos. Cuando conocimos la marca de la diputación, Sabor a Málaga, apostamos por ella sin duda alguna y contamos con su distintivo desde diciembre de 2015”. Aunque han estado en la Gran Feria que se celebraba en la Plaza de Toros de la Malagueta, no han tenido ocasión de tomar parte en las últimas ediciones realizadas en el Paseo del Parque por cuestiones logísticas, pero sostienen que cualquier iniciativa que apoye al sector agroalimentario y hostelero “será siempre bienvenida”.

El valor de las cosas bien hechas

Francisco Javier y Manuel, tercera generación de Framancha, han estado guiados por los valores y las tradiciones más arraigadas y autóctonas que les han sido inculcados y trasmitidos en su familia, donde sus padres, Isabel Mancha y Miguel Urbano –quien a sus 86 años aún sigue atento a las faenas del campo- han tenido un papel fundamental en su quehacer diario y la evolución de su empresa. “Ahora, mis tres hijos están muy centrados en sus estudios, esencial para el pleno crecimiento personal y establecer sus propias metas; por ejemplo, la mayor está haciendo empresariales, mi mediana ha empezado enfermería y mi pequeño ya está en el instituto, sin embargo, todos conocen la importancia del sacrificio y el valor de las cosas bien hechas, que son el reflejo de nuestras elaboraciones y de los dulces que realizamos, poniendo todo el empeño y el esmero para que el gran sabor y la excelsa calidad continúen siendo los auténticos estandartes de Framancha.

Un pueblo de dulce tradición

Y es que los roscos, pestiños, borrachuelos, hojaldrinas, tortas y mantecados Framancha, entre otros, se configuran como unos dulces que demuestran el gusto y devoción por mantener vivas nuestras tradiciones, los aromas y el sentir de momentos como la Semana Santa y las Navidades. Unos dulces típicos que entrañan una referencia muy ligada a una familia y a su pueblo de origen, Monda. Un lugar de enriquecedoras costumbres que los mondeños procuran ensalzar; de bellos parajes que nos regalan preciosos amaneceres a los pies del antiguo castillo árabe de Al-Mundat o nos permiten un plácido paseo por sus senderos y la antigua calzada romana que nos guía hasta el puente del arroyo del Tejar. 

Una dulce tradición, un modo y un medio de vida que permite unir familias, compartir y mantener las recetas de la rica y maravillosa cultura gastronómica de nuestra provincia malagueña y generar sinergias para superar retos que favorezcan sostener una actividad que cree empleo, fundamentalmente en aquellas localidades donde la población ha ido mermando con el paso del tiempo. Framancha es una empresa y un pueblo que siguen creyendo en la economía local, en la economía de mercado y en celebrar las pequeñas victorias y fiestas populares como manda la tradición y donde un rosco de vino Mancha siempre alegra el paladar de quienes se esmeran por vencer nuevos retos.

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