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Panadería y Pastelería Hijos de Cordobilla: Roscos de Vino, Tortas de Aceite y mucho más, imprescindibles durante todo el año

Panadería y Pastelería Hijos de Cordobilla: Roscos de Vino, Tortas de Aceite y mucho más, imprescindibles durante todo el año

Hijos de Cordobilla es una pequeña panadería y pastelería familiar, situada en el municipio de Cómpeta, en la comarca de la Axarquía y en la falda Sur de Sierra Almijara. Dedicados a la elaboración tradicional de pan y dulces típicos, como las Tortas de Aceite y los Roscos de Vino, llevan décadas ofreciendo sus productos elaborados con ingredientes naturales y con la máxima calidad, fomentando así el desarrollo rural y propiciando la economía sostenible de la zona.

 

El negocio lo componen seis personas de una misma familia, los hermanos José Miguel y Jesús García Navas, sus respectivas y atentas esposas, Mª Ángeles y Palmira, y los hijos de Jesús, Jesús Daniel y Palmira. Esta gran familia se ha convertido en la tercera y cuarta generación de panaderos de la soleada villa de Cómpeta. Hijos de Cordobilla dedica gran parte de la jornada a la elaboración de pan, desde el más rústico, que cuecen en horno de leña, hasta las vienas y pitufos, “algo más blanditos y adecuados a una clientela mayor y a niños pequeños”, para los cuales utilizan un horno eléctrico, nos aclara José Miguel García. Su producto estrella, es el pan de cereales, muy apreciado por los residentes extranjeros de Cómpeta, que “curiosamente” alcanzan casi la mitad de la población de esta localidad (47%) y proceden de 32 nacionalidades distintas, nos explica José Miguel.

Una herencia imprevista

Panadería Hijos de Cordobilla nació en 1930, cuando José García Álvarez y su esposa, abuelos paternos de José Miguel y Jesús, inician este negocio empujado por las necesidades familiares. “Mi abuelo era arriero y en aquellos tiempos de escasez, portaba en sus dos mulos lo que podía, desde garbanzos hasta harina. Casado y con cuatro hijas, tuvo que buscar la forma de subsistir, así que cuando empezó a conseguir algo más de harina fue cuando decidió dejar los portes y hacerse panadero, que es a lo que se dedicaban sus hermanos. De madrugada amasaban en una artesana típica de entonces, y que aún conservamos, cocían el pan en un antiguo horno moruno que construyó él mismo, y ya de día, hacía el reparto con un mulo, que es lo que tenía entonces”, nos relata.  El padre de José Miguel heredó el negocio y ya, en 1960, además de hacer pan, incorporó otros productos artesanos de repostería, utilizando la materia prima de la provincia. Pero en 1980, desgraciadamente, se puso enfermo. “Entonces yo sólo tenía 14 años y no quería estudiar, así que no hubo elección y tuve que hacer frente a la situación”. 

José Miguel nos cuenta que no estuvo solo en esa transición. “Recuerdo que mi tío Julio, que ya estaba jubilado y vivía en Barcelona, vino a ver a mi padre al hospital y allí mismo le prometió que no nos dejaría solos y que haría lo que estuviese en su mano para que el negocio siguiera para adelante. Se pasó la noche entera anotando las indicaciones de mi padre: la receta del pan, las cantidades y los tiempos”, nos cuenta José Miguel.  “Evidentemente, las primeras veces salió de aquella manera: panes duros y quemados, otros sin terminar de cocer e incluso muchos con formas indescriptibles”, sonríe.

“El salario”

Lo que recuerda con más alegría y añoranza José Miguel, en aquella dura etapa como adolescente en la que tuvo que asumir la responsabilidad del negocio familiar, son las historias que le contaba su tío. “Mi tío se puso al frente del negocio y dijo que no iba a cobrar nada por su ayuda, pero a cambio, lo único que quería era un litro de aguardiente al día. Así que mi madre, Rosario Navas, todos los días iba a comprarle su salario. Y ya os podéis imaginar, cuando llevaba media botella empezaba a contar historias de cuando era joven, y eso me hacía reír mucho y nos hacía la noche de trabajo y las circunstancias mucho más llevaderas. Es algo que recuerdo con mucho cariño y me hace sonreír al pensarlo”.

En horno de leña

El 90% de la producción se realiza en el horno de leña y “en él hacemos nuestros conocidos y exquisitos Roscos de Vino, Tortas de Aceite, Torta Almijara y Tortas Chinas”, que comercializan a través de un pequeño despacho de 9 m2 que disponen en la calle Panaderos, 38 del citado municipio. También distribuyen a otros pueblos cercanos, como Canillas de Albaida y Árchez. La calidad y el sabor de sus elaboraciones caseras han permitido que sus productos ocupen un espacio en los lineales de una gran superficie comercial, “hecho que también nos enorgullece”, nos revela José Miguel García.

Poseen una producción limitada en la que priman las magníficas cualidades de la materia prima de la comarca y el mantener la receta tradicional. “El vino dulce de Cómpeta, las almendras de Vélez, los huevos de Algarrobo y el aceite, también de aquí de la zona, son esenciales para obtener del gran sabor de nuestros productos”. Durante todo el año, el mayor volumen de producción se centra en la Torta de Aceite y la Torta China, pero también realizan Borrachuelos, Magdalenas, Bizcochos, Nevaillos, Mantecados, Roscón de Reyes y Roscos de Vino. Aunque los Roscos de Vino son especialmente consumidos en Navidades, destinando para su elaboración en torno a 150 kg de harina a la semana, es un producto del que disponen durante todo el año. “Muchas personas de fuera de la provincia, que vienen de visita al pueblo, nos comentan que nuestros productos son realmente exquisitos. De hecho, nos hacen pedidos a lo largo de todo el año y se los mandamos, muy bien empaquetados, para que lleguen en perfectas condiciones”. 

Un negocio que creció con la familia

En la década de los 90, los hermanos García Navas, dieron un paso más e introdujeron productos de pastelería. Con ellos surgió otra etapa del negocio, incorporando novedades al obrador y elaborando tartas y pasteles para fiestas y cumpleaños, que normalmente realizan por encargo. 

Los hermanos García, como empresarios y panaderos tradicionales, tienen como objetivo poder ampliar sus canales de distribución, “pero a día de hoy somos pocos los que nos dedicamos al negocio y necesitamos del empuje de las nuevas generaciones para que mantengan no solo la tradición familiar, sino que inviertan en su expansión”, nos cuenta José Miguel.

Son conocedores de las ventajas de las redes sociales y de la venta online y aunque durante un tiempo crearon una cuenta en Facebook, ahora mismo disponen de poco tiempo para dedicarle a ello. “Espero que la cuarta generación pueda poner en marcha nuevas ideas, que entiendo que son siempre interesantes”, expone.

Adheridos a Sabor a Málaga desde sus comienzos, atentos e informados desde que se creara la llamada Mesa del Campo, siempre tuvieron claro que debían formar parte de la marca, con cuyos valores y objetivos se identifican. En 2016 obtuvieron el distintivo y poco después participaron en la Gran Feria Sabor a Málaga, “que entonces se realizaba en la Plaza de Toros de la Malagueta”. Aunque en los últimos años no han podido estar presentes, “sabemos que es una gran oportunidad para los pequeños comercios como el nuestro y esperamos poder participar en la próxima”.

En nuestra cultura, es evidente que el pan es un alimento básico que acompaña a cualquier plato, pero también se convierte en el protagonista de un plato típico malagueño. “Cuando caen cuatro gotas de agua en el pueblo, es la excusa perfecta para hacer unas migas. Muchos clientes vienen a buscar el pan de leña porque es perfecto para que salgan unas buenas migas. Personalmente me encantan las migas, hechas con pan integral, y acompañadas con sardinas frescas de la Caleta de Vélez”, nos comenta. No obstante, las meriendas de esta familia “y de muchos competeños, canilleros y archeros”, están colmadas de dulces sabores creados por Hijos de Cordobilla. 

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